LA NIÑA QUE NUNCA LLEGO SER MUJER
UNA HISTORIA REAL
A menudo soy muy duro y crítico de los políticos en
Colombia.
Les contaré una historia que me motiva a ser así,
la madre no me permitió dar sus datos personales, pero sí que cuente la
historia, es corta, anímense a leerla,
de pronto aprendemos algo de ella.
Es la historia de Fabiana, una niña de 18 meses que
murió por desnutrición aguda, hija de una
madre soltera, de origen campesino, desplazada, que se asentó en los
corredores de miseria de Cartagena.
La madre, pobre de solemnidad, sin trabajo, sin
recursos y con cero educación vivió en una casa de barro reforzada con latas y
palos, como la de mucha gente rica en Colombia, si, esa gente que según las
estadísticas oficiales ya no es pobre ni desempleada, porque todos los días
sale a buscar trabajo, lo malo es que
nunca lo encuentra; para alimentarse, debe ir todos los días al mercado a
recoger las sobras de papa, plátano, tomate, lechuga, todo aquello que nadie
quiso comprar en el día por estar en mal estado, y que los vendedores tiran a
la basura, pero que para ella era un tesoro, la única forma de llevar algo de
comer a su casa (esta, aunque muchos no lo crean, es la situación de mucha
gente en Colombia).
Fabiana ya había aprendido a caminar, parecía un
animalito del bosque, le encantaba caminar sin ropa, el pudor para ella no
existía en su profunda inocencia, pues ante el calor agobiante de esa tierra
caribe, y ante el hecho de vivir en una casa de invasión sin electricidad, sin
acueducto y sin alcantarillado, la única
forma de alejar el calor era andar sin ropa.
Pese a los esfuerzos de la madre por llevar comida,
mucha en mal estado (de una papa lograba rescatar una cuarta parte a lo mucho),
no reunía los requerimientos nutricionales para su hija, y esta comenzó a
enfermarse, no tenía Sisben, los trámites para adquirirlo en Colombia son todo
un proceso y están politizados, hay gente que se lucra económica y
políticamente del proceso de afiliación del Sisben, y como la madre era
desplazada, no tenía ni siquiera documento de identificación, y sacarlo le
costaba dinero, la foto, copia del registro civil, la tarifa de la
Registraduria, el dinero del bus, cosa que costaba mucho para una mujer que no
tenía nada, todo eso eran barreras para poder acceder a los servicios del
Estado.
Cuando Fabiana enfermaba era un suplicio, en los
hospitales públicos le exigían documento que no tenían, la ponían en cola de
espera, tenían que pedir autorización para atenderla como una paciente
“vinculada”, y nunca había cupo para hospitalizarla, le mandaban medicamentos
genéricos, muchos de los cuales tenía que salir a comprar, y sin dinero, era
como si nada, se la devolvían a la madre, porque lo que la niña tenía, según
esos hospitales una simple gripa o diarrea y se podía tratar en la casa.
Fabiana comenzó a desmejorarse, las idas al
hospital se volvieron muy frecuentes, pero siempre el mismo resultado, la
sentaban en una silla, le ponían una bolsita de suero y luego la mandaban de
nuevo a la casa.
Una noche, hace cerca de cuatro meses, Fabiana
perdió fuerzas, en la oscuridad, a la luz de una simple vela de cebo, acostada
en una colchoneta tirada en el suelo, Fabiana dio su último respiro, en los
brazos de una mujer joven, inexperta, pobre, pero llena de amor.
Esta corta historia es la de Fabiana, una niña que
conocí llena de alegría, que caminaba como un animalito del bosque, dando
traspiés, jugando con cosas invisibles, que se reía por cosas que como adulto
nunca llegue a entender; Fabiana, ya murió, pero me quedo en la memoria, y
ojala, nunca se me borre, y espero que tampoco en el corazón de alguno de
ustedes que se dignaron leer esta corta historia.
Colombia, mi país, sigue igual, no se dio cuenta
que por sus tierras caminó una Fabiana, no se enteró que vivió ni supo que
murió, pero no importa, el país va bien, la pobreza está desapareciendo, la
miel de la riqueza se sigue irrigando, pero en las cuentas bancarias de
políticos mafiosos que se la roban sin dolor.
Fabiana nació, vivió y murió, como cientos y
cientos de miles de niños que pasaron al anonimato en un país sin compasión y
sin sentimientos.
Hace poco volví por esos lares, pero la madre ya no
estaba, se fue, el dolor en el alma le impidió seguir viviendo allí, le perdí
el rastro, que espero, no sea para siempre.
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